El mundo no es sólo en blanco y negro; hay muchos matices de gris. Entonces, el actual gobierno no es tan malo como dice la oposición, ni tan bueno como se afirma desde el edificio Libertad. Quizá sea como lo reflejan las diferentes visiones que tienen los propios grupos frenteamplistas. Y esto ha ocurrido toda la vida en Uruguay, con gobiernos colorados y blancos que, por las divisiones de los partidos tradicionales, se transformaban en rosados. O en sandía, como se dijo tras las elecciones de 1958, al ganar el herrerismo con el apoyo de Benito Nardone: triunfó el lema de los blancos con el respaldo simbolizado en verde de la Liga Federal de Acción Ruralista, la cual, a su vez, tenía colorados en su seno. Nada menos que a Bordaberry, por ejemplo.
Cabe, por lo tanto, rescatar aspectos positivos del primer gobierno de izquierda de Uruguay. Algunos de ellos vienen en ancas de la buena salud de la economía internacional y de profundas transformaciones que se están operando en el aparato productivo del país. En Montevideo seguramente hay mucha gente que no es consciente de los impresionantes cambios que se han producido en la ganadería y la agricultura. La primera tiene el mérito de aumentar la faena y la exportación a niveles récord porque se han modernizado los sistemas de cría y recría, a pesar de haber perdido importantes superficies en beneficio de la segunda y de la forestación. La agricultura, a su vez, se expande y crece en productividad merced a los buenos precios internacionales y a la labor de investigación que realiza el Instituto Nacional de Invetigación Agropecuaria (INIA). Un índice de los cambios que está teniendo el país lo da el siguiente dato: las exportaciones de carne llegaron en 2006 a US$ 1.000 millones, cifra récord que en dos o tres años también alcanzarán las exportaciones del sector forestal.
Estos resultados se deben, en mayor medida, al sector privado. Pero el gran mérito de este gobierno ha sido no convertir en un carnaval de gastos este período de crecimiento, y adoptar medidas para reducir el impacto de una inversión del ciclo económico que, según los expertos, se registrará tarde o temprano. Al mismo tiempo, ese prudente manejo sienta las bases para atacar problemas en los que al país le va la vida: pobreza (ha comenzado a bajar), marginación (la reducción ha sido muy escasa), educación y desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación. Son áreas en las que, salvo en educación, se ha avanzado. Aunque, a mi juicio, con demasiada prudencia y escasa audacia.
A pesar de las marchas y contramarchas en la política exterior (ésta, por momentos, parece masoquista: "más y mejor Mercosur, pero pegame que me gusta"), hay un área vital para el posicionamiento internacional del país en el que las cosas se están haciendo estupendamente. Se trata de un organismo que pocas veces se menciona y que tiene un presidente que es uno de los personajes más interesantes de este gobierno; me refiero a la Administración Nacional de Puertos y al ingeniero Fernando Puntigliano. El esfuerzo y la estrategia de este jerarca para revitalizar los puertos nacionales y convertir a Uruguay en un centro comercial y de servicios para la región aparejarán importantes núcleos de actividad, de desarrollo y de trabajo. Quizá tan significativos como el sector rural. Hay que seguir a Puntigliano, tarea fácil, pues dicen que el hombre se moviliza en bicicleta, más que en auto...
La labor del ministro José Mujica también entra en el haber del gobierno. Primero, porque es fundamental para zurcir las diferencias entre los frenteamplistas. El equipo que forma con Danilo Astori (a pesar de las discrepancias, entre ellos están condenados a entenderse y empujar para adelante) es vital para la buena marcha del gabinete. Si uno de ellos renunciase, le doy la razón a la murga: agarrate Catalina. En segundo término, desde su Ministerio Mujica aplica políticas, o busca aplicarlas, en defensa de la permanencia de la gente en el campo y del pequeño productor; también quiere estimular la diversificación de la forestación apoyando el empleo de nuevas variedades y los proyectos silvopastoriles; está preocupado por la falta de tierras en algunos sectores de la lechería y busca soluciones; respalda fervorosamente la investigación científica y el INIA, que desde su fundación ha sido muy activo e importante, hoy tiene un dinamismo mucho mayor, sorprendente para este país; finalmente, Mujica avanza en la descentralización del funcionamiento del Ministerio, con lo que se servirá mejor a los productores, al tiempo que se aplicará un fuerte golpe a la pesada estructura burocrática de esa cartera, que parece estar formada por feudos que trancan todo.
En definitiva, hay cosas muy importantes para el futuro del país que se están haciendo bien. Habría que avisarle a Larrañaga y a Sanguinetti. Sin perjuicio de mantener los ojos atentos para señalar errores y desviaciones.
Hasta la próxima.
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