PLUNA le ha costado al país, o sea a nosotros, decenas de millones de dólares en los últimos años. Pero todos los gobiernos han considerado "estratégico" que Uruguay tenga una aerolínea de bandera, a pesar de que en casi todo el resto del mundo esto ya no se considera importante. No lo es desde el punto de vista político, y menos del económico, pues el negocio aeronáutico tiene periódicas fluctuaciones, con fuertes pérdidas. La mayoría de los estados ha preferido dedicar el dinero a otros rubros, en lugar de cubrir los déficits de las compañías aéreas.
Ahora, y a contrapelo de lo que ocurre en casi todo el mundo, se anuncia que un fondo de inversiones capitalizará (con US$ 177 millones) y gestionará PLUNA. El Estado mantendrá una participación del entorno del 25%. Para integrar la parte oficial se ha decidido vender al estatal Argentino Hotel de Piriápolis, valorado en US$ 9 millones. Así, una ínfima parte de la población uruguaya podrá continuar volando en aviones con su bandera pintada en la cola y/o el exterior de la cabina.
Es el lujo de la miseria, sobre todo si se advierte que entre los principales problemas que tiene el país figuran la marginación de importantes capas de la población, la mitad de los niños naciendo bajo los límites de la pobreza y el deterioro del sistema educativo público. Si el estado quiere dejar de ser propietario de hoteles, perfecto. Pero que cuando los venda destine el dinero a los problemas urgentes e importantes, y no a negocios más que vidriosos.
Por otro lado, tras el anuncio surgen algunas dudas:
- ¿Cómo, con US$ 177 millones más lo que aporten privados uruguayos y el Estado, se podrán comprar los 20 aviones prometidos?
-¿Qué antecedentes tiene el consorcio en el negocio aeronáutico?
-¿Quiénes lo integran?
Por ahora, a la transacción le falta transparencia; no se conoce información que todo el país, y por supuesto el Parlamento, debería conocer.
Hasta la próxima
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