martes, 10 de junio de 2008

Otra vez en la brecha

Volvemos. Después de varios meses en los que la inseguridad (robos, asaltos, copamientos, golpes, arrastradas por el piso) nos cambió la vida y el estado de ánimo, y debimos mudarnos (a un piso bien alto), con la serenidad recuperada estamos otra vez en la brecha.
Con la intención de siempre: tratar de pensar con cabeza abierta, crítica, y a contracorriente si es necesario. Y por la experiencia personal mencionada antes, con un par de preguntas. ¿Dónde está aquella Daysi Tourné que cuando asumió dijo que la inseguridad era real, y no una sensación? ¿Es la misma persona que la semana pasada advirtió a los jefes de policía de todo el país acerca de campañas mediáticas y políticas en torno a la seguridad?
Una pena. La ministra, ella sí, entró en campaña electoral y ahora parece desconocer la realidad que impera en las calles y en algunos barrios.
Será hasta la próxima, con más entrenamiento en esto de teclear.

martes, 4 de septiembre de 2007

A mitad de camino, 30 meses después, ¿dónde quedó la esperanza?

Con luces y sombras, el primer gobierno de izquierda en Uruguay llegó a la mitad de su período. Ha tenido a su favor dos factores muy importantes que le permiten mantener una alta popularidad: una economía internacional con altos índices de crecimiento, que repercute positivamente en el país, y una oposición incapaz de ofrecer una alternativa seria. Respecto al primer punto, el buen desempeño económico ha sido acompañado por una política prudente que construye un escudo para el caso de que el ciclo favorable se termine. El aumento del gasto, tan criticado por la oposición, se basa en el buen desempeño de la economía y apunta a resolver graves e impostergables problemas sociales (que el intento sea eficaz es otro tema) y a rejuvenecer el aparato estatal (que eso se esté haciendo bien, también es otro asunto).
Los intentos de reformas (tributaria, de la salud, de la educación, del Estado) chocan contra las diferencias internas que se dan en el Frente Amplio y contra los corporativismos que tanto mal le hacen al país. En estos días, los principales exponentes de los corporativismos son los médicos y los empleados públicos (los guardahilos de ANTEL, las frecuentes asonadas de ADEOM contra el mismísimo despacho del intendente).
Pero a la hora de hacer un balance (mi balance) de estos 30 meses me viene a la memoria un viejo eslogan frenteamplista: "Hermano, no te vayas. Ha nacido una esperanza". ¿Dónde está hoy esa esperanza? Los jóvenes se siguen yendo. Casi todos los días, en la calle y en los ómnibus, oigo a muchachos cuyas conversaciones giran en torno a la conveniencia, o no, de irse del país. Ha caído la desocupación y ha disminuido la pobreza, pero eso no revierte, al menos todavía, una sensación de estancamiento, de cotidianeidad muy difícil y de falta de perspectivas.
Falta de perspectivas como sociedad y como nación. No se avizora un horizonte. Y, para mí, esta es la gran falla de este gobierno. No definir qué país queremos y cómo lo lograremos. No fijarse metas y mucho menos, es obvio, evaluar cómo nos acercamos a ellas. Entonces, todo es grisura, mediocridad y tristeza. Justo en un gobierno del que cabía esperar una explosión de ideas de todos los colores, otra con acciones y soluciones brillantes -dignas de la intelectualidad que lo acompaña- y una última que transmita la alegría de la construcción bien hecha y la certeza de un camino.
Quedan dos años y medio que, lamentablemente, estarán muy influidos por la campaña electoral. Pero aún hay posibilidades de rectificar y de definir en cuánto tiempo y cómo terminaremos con la pobreza y la marginación, cómo y para qué queremos formar a la niñez y a la juventud, en cuánto tiempo se podrá retornar a una buena educación pública, cuántos años para, por lo menos, duplicar la población de este país vacío y de viejos, y cómo nos ubicamos, desde nuestra pequeñez, en un mundo globalizado y tan interdependiente.
Para marcar esos rumbos se necesitan políticas de Estado que trascienden un período de gobierno, pero que dan esperanza porque dejan ver un horizonte. Y en este punto, el gobierno ha fallado. El viejo Frente Amplio, o buena parte de él, ha virado hacia el centro. Ese giro, que no critico porque lo considero realista e inevitable en estas circunstancias históricas, debería ser aprovechado para intentar acuerdos con otras fuerzas y determinar objetivos a alcanzar, sea cual fuese el partido de gobierno. Pero la actual administración, quizá porque está convencida que mantendrá el poder en 2009, no hace esa convocatoria que es indispensable. Y la oposición tampoco da ese paso. La mediocridad debería dejar lugar a la grandeza.
Hasta la próxima.

¡A rebobinar se ha dicho!

Parece que Kirchner empezó a rebobinar y ahora da señales de que aceptará el monitoreo conjunto de la planta de Botnia. Si esto se confirma y se llega a un acuerdo (nunca antes de las elecciones del mes próximo), le quitará un problema a Cristina, en el supuesto de que ésta sea la ganadora.
No le queda otra, salvo esperar una derrota en La Haya. Porque si Uruguay, durante el gobierno de Jorge Batlle, violó el tratado del río Uruguay, ese problema quedó subsanado con un acuerdo que firmaron los ex cancilleres Bielsa y Opertti, y por otro alcanzado en la Comisión Administradora del Río Uruguay. Esto fue confirmado en marzo de 2005 por el mismo Kirchner ante el Congreso de su país en la Memoria Anual del estado de la Nación 2004, donde en el punto 4.5.4, páginas 106 y 107, se lee lo siguiente:

En el mismo mes
(junio de 2004), ambos países firmaron un acuerdo bilateral, poniendo fin a la controversia por la instalación de una planta de celulosa en Fray Bentos.
Éste acuerdo respeta, por un lado el carácter nacional uruguayo de la obra, que nunca estuvo puesto en entredicho y, por otro lado, la normativa vigente que regula las aguas del Río Uruguay a través de la CARU.
Asimismo, supone una metodología de trabajo para las tres etapas de construcción de la obra: el proyecto, la construcción y la operación.
En el punto 4.5.16, página 127, se expresa:
Planta de Celulosa M’Bopicuá (Ence) y Emprendimiento Botnia. De acuerdo a las “coincidencias específicas de ambas Delegaciones ante la CARU” con referencia a la posible instalación de fábricas de pasta de celulosa a la vera del río Uruguay fue diseñado un “Plan de Monitoreo de la Calidad Ambiental del Río Uruguay en áreas de plantas celulósicas” que junto con el “Plan de Protección Ambiental del Río Uruguay” contribuye a mantener la calidad del recurso hídrico. Asimismo, fueron revisados y actualizados los estándares de Calidad de Agua”, restando su incorporación al Digesto de Usos del Río Uruguay.
Lo que ocurrió después, ese borrar con el codo los acuerdos firmados y el informe al Congreso, puede obedecer a varias causas, acerca de las cuales mucho se ha especulado: necesidades electorales del kirchnerismo, presiones de las empresas papeleras argentinas, que Botnia no aceptó pagar las coimas que le pidió el gobierno entrerriano para autorizar su instalación en la provincia vecina, etcétera.
El texto completo de la Memoria se encuentra en la siguiente dirección electrónica:
Hasta la próxima.

martes, 28 de agosto de 2007

Kirchner, el manos limpias (2)

Aconsejo buscar en Google, páginas en español, el siguiente número: 01250151321134.
La sorpresa puede ser mayúscula. Bueno... quizás sea exagerado: la sorpresa será interesante.
Hasta la próxima.

Una Constitución para un siglo, o nada

¡Otra vez volvemos al jueguito de las reformas constitucionales! ¿El país no tiene problemas más importantes? Creo sí que Uruguay tiene un problema constitucional, pero abordarlo desde el punto de vista de los intereses electorales de algún sector es desproporcionado. Todas las reformas, salvo la de 1917, se fundamentaron en apetencias electorales de los gobiernos de turno y de sus aliados. ¡Basta ya!
El problema constitucional del país radica en tener una Constitución muy minuciosa, que regula hasta el minimo detalle el funcionamiento del Estado, cuando el mundo cambia a pasos agigantados. Entonces, muchas veces la letra de la Carta Magna conspira para la obtención de soluciones eficaces.
Ejemplos: el proyecto de descentralización y municipalización, para darle al país la estructura administrativa que le falta y como tienen todos los países del mundo, salvo nosotros, pues aquí se confunden los gobiernos departamentales con los municipales (el proyecto actual se queda corto, precisamente, por trabas constitucionales). Para aumentar el número de ministros de la Suprema Corte, que siguen siendo cinco, como cuando había un número de juzgados y tribunales muchas veces menor. Para agilizar las compras y los controles del Estado. Para crear otras universidades públicas y un sistema estatal de educación superior. Para adecuar a los tiempos que corren la integración de los entes autónomos. Y muchos temas más que no pueden abordarse porque la Constitución lo impide.
Pienso que los partidos políticos deberían ponerse de acuerdo en una constitución que mantenga todos los derechos y garantías que se otorgan a los habitantes del país (parte dogmática), pero que en su parte orgánica tenga unos pocos artículos que deleguen en el legislador, a través de mayorías especiales y leyes orgánicas, el funcionamiento del Estado. O sea, hay que hacer una constitución ágil y para un siglo o más.
Eso sí, brindando la más amplia libertad en materia electoral: que se puedan formar coaliciones accidentales y partidos locales, que se termine definitivamente con la ley de lemas, etc.
Una reforma de ese tipo, no pensada en función de un candidato o de un partido, seguramente tendría un amplio apoyo.
Hasta la próxima.

sábado, 25 de agosto de 2007

Una apuesta a la serenidad

Creo que vale la pena compartir esta columna, escrita por el embajador uruguayo en Argentina, Francisco Bustillo. Fue publicada el 24 de agosto en La Nación de Buenos Aires. Quizá sea uno de los aportes más equilibrados y valiosos que se hayan realizado en la búsqueda de una solución al conflicto con el país vecino.


Uruguay, un compromiso pasado y presente
Por Francisco Bustillo Bonasso Para LA NACION


El 25 de agosto de 1825 tuvo lugar, en la Piedra Alta de la Florida, un episodio único para el pueblo oriental: su independencia nacional. Independencia que empezó a construirse a comienzos del siglo XIX sobre la base de un proyecto político diferente del que finalmente tomó cuerpo y lugar; un proyecto de base federal, como lo concibió Artigas, pero que culminó, en cambio, con la materialización de una república soberana, separada de los lazos históricos que vinculaban a su territorio, sociedad y cultura con las Provincias Unidas del Plata. El surgimiento de una independencia de este tipo sorprendió a muchos en la región, aun cuando los orientales tuvieran, ya entonces, un fuerte sentimiento de identidad cultural que exigía su autonomía política.
La independencia lograda fue el resultado de un complejo proceso que no admite fáciles lecturas. Se trata de la culminación de un proyecto que comienza a gestarse aquí, en esta tierra argentina, cuando un puñado de hombres al mando del brigadier general Juan Antonio Lavalleja decide partir desde San Isidro y cruzar el Plata, para liberar a la Patria. Aquel proceso de base americanista y federal se reanudaba bajo la luz del ideario artiguista, pero el tiempo y los intereses en juego diseñaron para los territorios hermanos de la Argentina y Uruguay caminos diferentes en lo político, así como simbologías distintivas que parecían separar lo que una larga historia en común había forjado.
Debemos referirnos hoy a la historia que toma cuerpo en la memoria y en el corazón de los pueblos y no a la microhistoria, que es propia de la coyuntura. La Historia con mayúsculas es la que nos interesa para la comprensión del presente. Desde ella es necesario proyectarnos. Por eso es que deseamos destacar la importancia de la Independencia surgida en 1825, no como simple homenaje al pasado sino como reflexión acerca del presente que nos toca vivir.
Los últimos años se han presentado como un tiempo de dificultades y tropiezos. Pero cuando las diferencias resultan inocultables se hace imprescindible contextualizar los hechos en ese amplio marco del tiempo, que ha de entenderse como vital y necesario.
Si bien no deseamos centrar estas palabras sobre argumentaciones que pueden separarnos, tampoco queremos eludir la realidad y los problemas que podemos y debemos ayudar a resolver. Contamos con una herramienta fundamental, que es el valor fraterno y la actitud de comprensión que ha marcado a nuestros dos países, aun en los momentos más difíciles. Ello nos permite abordar con extrema seguridad y franqueza la divergencia que hoy tenemos.
En un marco histórico de relaciones tan estrechas, es claro que ambos países expresan sus más sinceros sentimientos y preocupaciones en torno de un problema que es tan ambiental como económico y social. Pero estas diferencias, siempre acotadas, porque su solución es posible dentro del entendimiento lógico y razonable, deben ubicarse dentro de la tradición de la hermandad histórica, que es bastante más trascendente que la coyuntura. Por otra parte, muchas y variadas son las dificultades que irán surgiendo en el futuro, en el marco de una necesaria e ineludible integración.
Pero integrarnos exige también madurar en las situaciones críticas y superar los obstáculos que imponen las circunstancias. Bastante hemos luchado y sufrido juntos a lo largo de los siglos XIX y XX, como hacedores de un destino común; largos y duros han sido los derroteros que transitamos juntos, tanto en relación con la región como con el área continental de América latina.
Con esta perspectiva, deberíamos superar las diferencias en torno del río Uruguay, teniendo presente ese amplio contexto y tradición que define la Historia, intentando la comprensión del otro, que es, en cierta forma, la comprensión de uno mismo.
Ya hemos recordado, en otras oportunidades, cómo la cultura se ha constituido en un espacio de construcción común para argentinos y uruguayos. También hemos mencionado, el 25 de agosto último, los nombres de aquellos que supieron ser hijos, a un mismo tiempo, de las dos repúblicas. Porque Juan Manuel Blanes y Esteban Echeverría son, precisamente, argentinos y uruguayos, al igual que Florencio Sánchez y Juan Carlos Onetti. Todos crearon sus obras en ambas orillas del Plata. La extraña Santa María de Onetti, ¿en qué territorio podría ubicase? ¿En nuestro departamento de Colonia o en la Mesopotamia argentina? ¿De dónde serán sus personajes, que sólo nos hablan de una psicología de la región? Es probable que esto lo sepamos "cuando ya no importe", como dijo el propio escritor.
Todos ellos supieron encontrar, cuando la coyuntura lo exigió, su espacio intelectual y creativo del otro lado del río donde habían nacido, posiblemente porque ambos lugares eran, sencillamente, lo mismo. De igual forma hemos recordado, y lo hacemos una vez más, el compromiso que para muchos argentinos significa la realidad uruguaya, así el de tantos uruguayos con el acontecer argentino. Nos permitimos, asimismo, recordar la actitud heroica del autor del Martín Fierro cuando no dudó en sumarse con su pluma y con su vida a la Defensa de Paysandú, cuando ésta fue bombardeada.
Todos estos nombres propios y reconocibles por la excelencia de su producción intelectual son, quizá, menos importante que aquellos otros seres anónimos que han buscado refugio en los tiempos duros de la persecución y la angustia económica. Porque ese trasiego humano sin nombre es el que mejor refleja a un tiempo los horrores vividos juntos y las necesidades compartidas. De esa experiencia común es que debemos aprender y nutrirnos para superar las dificultades del presente.
En el Uruguay, las diferencias que separan a Gualeguaychú de Fray Bentos se viven como un problema interno. Es el mismo doloroso desgarro que sienten los hermanos ante un conflicto familiar. Por ello es que estamos dispuestos a agotar todos los caminos posibles de entendimiento y a evitar la inmadura y equívoca exaltación del discurso y de la respuesta unívoca.
Nada hemos visto o percibido desde la lente jacobina que todo lo expone por contraste: blanco o negro, bueno o malo, verdadero o falso. Argentinos y uruguayos conocemos la paleta de los grises y bien sabemos que toda la verdad nunca se asentó en una sola de las orillas. La realidad de hoy nos exige a ambos pueblos apertura para el entendimiento y grandeza para respaldar la hermandad histórica.
Los diplomáticos podemos y debemos trabajar en este sentido y no en otro. Lejos del protagonismo, somos una herramienta para la paz; una herramienta anónima al servicio de los pueblos. Nuestra mejor labor será la que desarrollemos con precisión y en silencio, aportando capacidad y conocimiento en la resolución de nuestras diferencias y la construcción de nuestras coincidencias. Esa es nuestra responsabilidad.
Sólo así habremos cumplido con la Patria y con esta Argentina en la que hemos vivido tantos años y que tanto queremos. Sólo así: con firmeza, sin excesos. Celebremos entonces este nuevo aniversario de la independencia oriental con la alegría que corresponde y el compromiso que nos impone el momento.

Hasta la próxima.

viernes, 24 de agosto de 2007

Me revienta la noche de la nostalgia

La buena música de décadas pasadas siempre es un buen pretexto para pasar un lindo rato. Pero que ese pretexto se vincule con la nostalgia es una muestra de la mentalidad de la mayoría de los uruguayos. Seguimos aferrados al pasado, soñando con que se repita, con volver a ser la Suiza de América, los campeones del mundo y los presuntamente más cultos de América Latina, sin advertir los cambios que se han registrado no sólo en el resto del planeta, sino también en Uruguay: tanto para bien, como para mal. Aunque no lo sepamos conscientemente, Manrique es el poeta preferido del alma uruguaya.
Quizás algún día volvamos a ser la Suiza americana, los campeones del mundo y los más cultos, pero no lo lograremos queriendo repetir un pasado que no regresará. Y que además, no era tan bueno como la nostalgia nos quiere hacer creer. El presente es el principal ingrediente para pensar y construir un futuro mejor.
Por eso no entiendo lo de la celebración de la nostalgia. Odio esta noche, como odio los días de la madre, del padre, del niño y del abuelo, porque no me gusta que los comerciantes me indiquen cuándo tengo que salir a bailar o hacer regalos. Lo hago cuando se me canta, y chau.
Hasta la próxima.