jueves, 25 de enero de 2007

El cinturón de seguridad

Desde Barcelona y a través del correo electrónico, Gonzalo discrepa con el artículo El reino del descontrol y la impunidad, del 18 de enero. Dice Gonzalo: No comparto que se multe por no usar cinturón de seguridad, si no lo uso no hago daño a nadie (más que a mí mismo en caso de accidente grave) en cambio si voy borracho sí. Le agradezco al estado que se "preocupe" por mi seguridad, pero de eso ya me cuidaré yo.
Mucha gente piensa como Gonzalo. Lo he comprobado en estos últimos días con sólo pararme algunos minutos en varias esquinas montevideanas de diferentes barrios: más de la mitad de los conductores no usa el cinturón.
Demos por bueno, aunque es un tema muy polémico, que toda persona tiene el derecho a suicidarse. Pero no existe el derecho a matarse y perjudicar a otros o a la sociedad. Si yo choco sin llevar el cinturón corro el riesgo de salir disparado por una puerta o por el parabrisas y, por lo tanto, no tengo posibilidad de intentar dominar el vehículo y atemperar los efectos del accidente. Tampoco, casi con seguridad, tendré la oportunidad de auxiliar a mis acompañantes ni a los ocupantes de otros vehículos que hayan participado en la colisión.
Pero lo más importante es el costo social que todo esto implica. Si por no llevar el cinturón de seguridad quedo en grave estado o con lesiones importantes, será la sociedad (y por supuesto mi familia) la que pagará los gastos para mantenerme vivo y recuperarme. Hace ocho o diez años (no tengo cifras actualizadas) los costos de salud y de pensiones por incapacidad derivados de accidentes de tránsito se acercaban, en Uruguay, a US$ 90 millones anuales. Entonces, usar o no el cinturón de seguridad no es una opción personal, como considera Gonzalo, sino una cuestión de responsabilidad social. Casi como la de vacunarse contra enfermedades infecciosas.
Hay infinidad de estudios técnicos que demuestran la utilidad de esa cinta cruzada sobre el pecho y cómo ella evita la pérdida de vidas o atenúa los efectos de un accidente. Sólo es dudosa su utilidad en dos tipos de siniestros que son poco frecuentes: si se incendia el coche o si éste cae en un curso de agua. En esos casos, el nerviosismo puede dificultar que se suelte el cinturón. Pero estos accidentes son un ínfimo porcentaje del total.

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