martes, 28 de agosto de 2007

Kirchner, el manos limpias (2)

Aconsejo buscar en Google, páginas en español, el siguiente número: 01250151321134.
La sorpresa puede ser mayúscula. Bueno... quizás sea exagerado: la sorpresa será interesante.
Hasta la próxima.

Una Constitución para un siglo, o nada

¡Otra vez volvemos al jueguito de las reformas constitucionales! ¿El país no tiene problemas más importantes? Creo sí que Uruguay tiene un problema constitucional, pero abordarlo desde el punto de vista de los intereses electorales de algún sector es desproporcionado. Todas las reformas, salvo la de 1917, se fundamentaron en apetencias electorales de los gobiernos de turno y de sus aliados. ¡Basta ya!
El problema constitucional del país radica en tener una Constitución muy minuciosa, que regula hasta el minimo detalle el funcionamiento del Estado, cuando el mundo cambia a pasos agigantados. Entonces, muchas veces la letra de la Carta Magna conspira para la obtención de soluciones eficaces.
Ejemplos: el proyecto de descentralización y municipalización, para darle al país la estructura administrativa que le falta y como tienen todos los países del mundo, salvo nosotros, pues aquí se confunden los gobiernos departamentales con los municipales (el proyecto actual se queda corto, precisamente, por trabas constitucionales). Para aumentar el número de ministros de la Suprema Corte, que siguen siendo cinco, como cuando había un número de juzgados y tribunales muchas veces menor. Para agilizar las compras y los controles del Estado. Para crear otras universidades públicas y un sistema estatal de educación superior. Para adecuar a los tiempos que corren la integración de los entes autónomos. Y muchos temas más que no pueden abordarse porque la Constitución lo impide.
Pienso que los partidos políticos deberían ponerse de acuerdo en una constitución que mantenga todos los derechos y garantías que se otorgan a los habitantes del país (parte dogmática), pero que en su parte orgánica tenga unos pocos artículos que deleguen en el legislador, a través de mayorías especiales y leyes orgánicas, el funcionamiento del Estado. O sea, hay que hacer una constitución ágil y para un siglo o más.
Eso sí, brindando la más amplia libertad en materia electoral: que se puedan formar coaliciones accidentales y partidos locales, que se termine definitivamente con la ley de lemas, etc.
Una reforma de ese tipo, no pensada en función de un candidato o de un partido, seguramente tendría un amplio apoyo.
Hasta la próxima.

sábado, 25 de agosto de 2007

Una apuesta a la serenidad

Creo que vale la pena compartir esta columna, escrita por el embajador uruguayo en Argentina, Francisco Bustillo. Fue publicada el 24 de agosto en La Nación de Buenos Aires. Quizá sea uno de los aportes más equilibrados y valiosos que se hayan realizado en la búsqueda de una solución al conflicto con el país vecino.


Uruguay, un compromiso pasado y presente
Por Francisco Bustillo Bonasso Para LA NACION


El 25 de agosto de 1825 tuvo lugar, en la Piedra Alta de la Florida, un episodio único para el pueblo oriental: su independencia nacional. Independencia que empezó a construirse a comienzos del siglo XIX sobre la base de un proyecto político diferente del que finalmente tomó cuerpo y lugar; un proyecto de base federal, como lo concibió Artigas, pero que culminó, en cambio, con la materialización de una república soberana, separada de los lazos históricos que vinculaban a su territorio, sociedad y cultura con las Provincias Unidas del Plata. El surgimiento de una independencia de este tipo sorprendió a muchos en la región, aun cuando los orientales tuvieran, ya entonces, un fuerte sentimiento de identidad cultural que exigía su autonomía política.
La independencia lograda fue el resultado de un complejo proceso que no admite fáciles lecturas. Se trata de la culminación de un proyecto que comienza a gestarse aquí, en esta tierra argentina, cuando un puñado de hombres al mando del brigadier general Juan Antonio Lavalleja decide partir desde San Isidro y cruzar el Plata, para liberar a la Patria. Aquel proceso de base americanista y federal se reanudaba bajo la luz del ideario artiguista, pero el tiempo y los intereses en juego diseñaron para los territorios hermanos de la Argentina y Uruguay caminos diferentes en lo político, así como simbologías distintivas que parecían separar lo que una larga historia en común había forjado.
Debemos referirnos hoy a la historia que toma cuerpo en la memoria y en el corazón de los pueblos y no a la microhistoria, que es propia de la coyuntura. La Historia con mayúsculas es la que nos interesa para la comprensión del presente. Desde ella es necesario proyectarnos. Por eso es que deseamos destacar la importancia de la Independencia surgida en 1825, no como simple homenaje al pasado sino como reflexión acerca del presente que nos toca vivir.
Los últimos años se han presentado como un tiempo de dificultades y tropiezos. Pero cuando las diferencias resultan inocultables se hace imprescindible contextualizar los hechos en ese amplio marco del tiempo, que ha de entenderse como vital y necesario.
Si bien no deseamos centrar estas palabras sobre argumentaciones que pueden separarnos, tampoco queremos eludir la realidad y los problemas que podemos y debemos ayudar a resolver. Contamos con una herramienta fundamental, que es el valor fraterno y la actitud de comprensión que ha marcado a nuestros dos países, aun en los momentos más difíciles. Ello nos permite abordar con extrema seguridad y franqueza la divergencia que hoy tenemos.
En un marco histórico de relaciones tan estrechas, es claro que ambos países expresan sus más sinceros sentimientos y preocupaciones en torno de un problema que es tan ambiental como económico y social. Pero estas diferencias, siempre acotadas, porque su solución es posible dentro del entendimiento lógico y razonable, deben ubicarse dentro de la tradición de la hermandad histórica, que es bastante más trascendente que la coyuntura. Por otra parte, muchas y variadas son las dificultades que irán surgiendo en el futuro, en el marco de una necesaria e ineludible integración.
Pero integrarnos exige también madurar en las situaciones críticas y superar los obstáculos que imponen las circunstancias. Bastante hemos luchado y sufrido juntos a lo largo de los siglos XIX y XX, como hacedores de un destino común; largos y duros han sido los derroteros que transitamos juntos, tanto en relación con la región como con el área continental de América latina.
Con esta perspectiva, deberíamos superar las diferencias en torno del río Uruguay, teniendo presente ese amplio contexto y tradición que define la Historia, intentando la comprensión del otro, que es, en cierta forma, la comprensión de uno mismo.
Ya hemos recordado, en otras oportunidades, cómo la cultura se ha constituido en un espacio de construcción común para argentinos y uruguayos. También hemos mencionado, el 25 de agosto último, los nombres de aquellos que supieron ser hijos, a un mismo tiempo, de las dos repúblicas. Porque Juan Manuel Blanes y Esteban Echeverría son, precisamente, argentinos y uruguayos, al igual que Florencio Sánchez y Juan Carlos Onetti. Todos crearon sus obras en ambas orillas del Plata. La extraña Santa María de Onetti, ¿en qué territorio podría ubicase? ¿En nuestro departamento de Colonia o en la Mesopotamia argentina? ¿De dónde serán sus personajes, que sólo nos hablan de una psicología de la región? Es probable que esto lo sepamos "cuando ya no importe", como dijo el propio escritor.
Todos ellos supieron encontrar, cuando la coyuntura lo exigió, su espacio intelectual y creativo del otro lado del río donde habían nacido, posiblemente porque ambos lugares eran, sencillamente, lo mismo. De igual forma hemos recordado, y lo hacemos una vez más, el compromiso que para muchos argentinos significa la realidad uruguaya, así el de tantos uruguayos con el acontecer argentino. Nos permitimos, asimismo, recordar la actitud heroica del autor del Martín Fierro cuando no dudó en sumarse con su pluma y con su vida a la Defensa de Paysandú, cuando ésta fue bombardeada.
Todos estos nombres propios y reconocibles por la excelencia de su producción intelectual son, quizá, menos importante que aquellos otros seres anónimos que han buscado refugio en los tiempos duros de la persecución y la angustia económica. Porque ese trasiego humano sin nombre es el que mejor refleja a un tiempo los horrores vividos juntos y las necesidades compartidas. De esa experiencia común es que debemos aprender y nutrirnos para superar las dificultades del presente.
En el Uruguay, las diferencias que separan a Gualeguaychú de Fray Bentos se viven como un problema interno. Es el mismo doloroso desgarro que sienten los hermanos ante un conflicto familiar. Por ello es que estamos dispuestos a agotar todos los caminos posibles de entendimiento y a evitar la inmadura y equívoca exaltación del discurso y de la respuesta unívoca.
Nada hemos visto o percibido desde la lente jacobina que todo lo expone por contraste: blanco o negro, bueno o malo, verdadero o falso. Argentinos y uruguayos conocemos la paleta de los grises y bien sabemos que toda la verdad nunca se asentó en una sola de las orillas. La realidad de hoy nos exige a ambos pueblos apertura para el entendimiento y grandeza para respaldar la hermandad histórica.
Los diplomáticos podemos y debemos trabajar en este sentido y no en otro. Lejos del protagonismo, somos una herramienta para la paz; una herramienta anónima al servicio de los pueblos. Nuestra mejor labor será la que desarrollemos con precisión y en silencio, aportando capacidad y conocimiento en la resolución de nuestras diferencias y la construcción de nuestras coincidencias. Esa es nuestra responsabilidad.
Sólo así habremos cumplido con la Patria y con esta Argentina en la que hemos vivido tantos años y que tanto queremos. Sólo así: con firmeza, sin excesos. Celebremos entonces este nuevo aniversario de la independencia oriental con la alegría que corresponde y el compromiso que nos impone el momento.

Hasta la próxima.

viernes, 24 de agosto de 2007

Me revienta la noche de la nostalgia

La buena música de décadas pasadas siempre es un buen pretexto para pasar un lindo rato. Pero que ese pretexto se vincule con la nostalgia es una muestra de la mentalidad de la mayoría de los uruguayos. Seguimos aferrados al pasado, soñando con que se repita, con volver a ser la Suiza de América, los campeones del mundo y los presuntamente más cultos de América Latina, sin advertir los cambios que se han registrado no sólo en el resto del planeta, sino también en Uruguay: tanto para bien, como para mal. Aunque no lo sepamos conscientemente, Manrique es el poeta preferido del alma uruguaya.
Quizás algún día volvamos a ser la Suiza americana, los campeones del mundo y los más cultos, pero no lo lograremos queriendo repetir un pasado que no regresará. Y que además, no era tan bueno como la nostalgia nos quiere hacer creer. El presente es el principal ingrediente para pensar y construir un futuro mejor.
Por eso no entiendo lo de la celebración de la nostalgia. Odio esta noche, como odio los días de la madre, del padre, del niño y del abuelo, porque no me gusta que los comerciantes me indiquen cuándo tengo que salir a bailar o hacer regalos. Lo hago cuando se me canta, y chau.
Hasta la próxima.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Kirchner, el manos limpias


En 2003, al asumir la Presidencia argentina, Kirchner prometió "terminar con la vieja política", lo que en buen romance significaba terminar con la corrupción. Sin embargo, hay una acumulación de datos que permiten suponer que el kirchnerismo es tan corrupto como otros gobiernos anteriores. El actual presidente y su mujer tienen la suerte de no tener opositores de jerarquía política, por lo que aún descuentan que ganarán en octubre. Pero tanto va el cántaro al agua, que al final se puede romper. Si sigue saltando un escándalo por semana, vaya uno a saber qué puede pasar.
La lucha por mantenerse en el poder demuestra la gran debilidad institucional de Argentina y las ventajas con las que corre el oficialismo. Kirchner sometió al Poder Judicial a sus lineamientos políticos y ahora lo usa para dificultar la investigación sobre presuntos casos de corrupción. Un juez quiso indagar a la ministra de Defensa, Nilda Garré, por oscuras operaciones relacionadas con ventas de armas, y fue destituido y sometido a juicio político. El magistrado subrogante archivó la causa. En el tema del maletín con 800 mil dólares, la jueza que debía actuar se excusó porque el director de Aduanas, amigo íntimo del pesidente, la desacreditó publicamente. Un segundo juez también se excusó, y sólo ha quedado una fiscal para investigar.
A raíz de este caso, son varios los medios que han empezado a recordar posibles problemas de corrupción. Por ejemplo:
* Claudio Uberti, responsable de la administración de autopistas y carreteras de peaje, echado por ser el principal funcionario que viajaba en el avión del maletín, es llamado el "recaudador". Fue uno de los que consiguió mayores fondos para la campaña de Kirchner en 2003. Un informe a consideración del Congreso, pero que nunca se estudia porque lo impide la mayoría oficialista, indica que Uberti obtuvo importantes sumas a cambio de promesas de licencias de pesca. Uno de los empresarios del sector, Raúl Espinosa, iba a proporcionar a Elisa Carrió documentación probatoria de esos manejos, pero fue asesinado en la puerta de su casa. Nada se sabe del asesino.
* El 63% de las adjudicaciones de obras que ha hecho Uberti favorecieron a cuatro empresas de la provincia de Santa Cruz, o sea, la del presidente y su mujer.
* Hace más de dos años, la Auditoría General de la Nación y la Fiscalía de Investigaciones Administrtivas denunciaron, por separado, graves irregularidades en la gestión de Uberti, pero esos informes no fueron tenidos en cuenta por el gobierno.
* Ahora salta que importantes funcionarios, ente ellos la inefable secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti, alquilan aviones privados para sus viajes, gastando cifras astronómicas, más de 10 veces mayores a lo que costaría un avión de línea. Otro datito interesante: una de las empresas beneficiadas con estos viajes de lujo es propiedad de un hijo del siniestro Yabrán. "No se olviden de Cabezas".
* El jefe de Uberti, el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, también es acusado de graves irregularidades. Entre ellas, las millonarias subvenciones a la quebrada e ineficiente empresa aérea Southern Winds, en cuyos aviones se transportaba cocaína a España.
* De Vido también está en el ojo de la tormenta por el caso Skanska y los sobreprecios pagados en la construcción de gasoductos. Pero el hombre es un corcho: caen sus subordinados y él sigue flotando.
* El caso de la bolsa con dinero en el baño de la ministra de Economía , Felisa Miceli, es de sobra conocido, pero vale la pena recordarlo, así como las denuncias por malversación de fondos contra Picolotti.
* También hay sombras sobre la venta de bonos argentinos a Venezuela, aunque en este caso el más comprometido sería Chávez, que se los dio para comercializar a banqueros amigos: éstos los compran a la cotización oficial del dólar en Venezuela, pero los venden al valor del dólar paralelo, que es 30% más alto. ¿Los gobernantes argentinos llevan algo en este brillante negocio? Más que casualidad es que los 800 mil dólares lleguen pocas horas antes de cerrarse la venta de bonos o coincidiendo con el inicio de la campaña electoral de Cristina. Lo que llama la atención es que el maletín haya sido abierto en Aeroparque. Algunos analistas argentinos dicen que el dinero fue descubierto como consecuencia de la feroz guerra que hay entre De Vido y el jefe de gabinete, Alberto Fernández.
A pesar de todo esto, Kirchner insiste en que tiene las manos limpias. Aunque es para ponerlo en duda tras un editorial de La Nación, entre cuyos párrafos se lee lo siguiente:

Basta con apreciar la desmesurada expansión de los negocios y el consecuente enriquecimiento que en los últimos años han experimentado algunos hombres de empresa amigos del poder kirchnerista, o con advertir que el propio presidente de los argentinos ha hecho saber, en su última declaración jurada patrimonial, que es socio de un empresario investigado por la utilización de facturas falsas, supuestamente para encubrir sobreprecios en los gasoductos del caso Skanska.
Basta con observar la misma declaración de bienes personales del primer mandatario y detectar que algunas de sus propiedades, compradas recientemente, son registradas a precios absurdos comparados con los valores reales del mercado inmobiliario, práctica en la cual también incurren otros ministros de su gobierno.

¿Será posible, con antecedentes de este tipo, que en octubre el pueblo argentino vuelva a votar a esta gente?
Hasta la próxima.

lunes, 13 de agosto de 2007

Se equivocó Mujica, pero algo de razón tenía

Mujica argumentó mal, la semana pasada, cuando arremetió contra los medios de comunicación con razonamientos basados, aunque no lo dijo expresamente, en la lucha de clases. Se enojó porque los periodistas dieron más destaque a sus propuestas de escrachar a los carniceros que a la formación del segundo Fondo Lechero. Mujica es, sin duda, el más mediático de los gobernantes, y sabe generar situaciones para transmitir sus mensajes. No puede quejarse, ni decir que los periodistas ocultan su pensamiento o sus actos. Es, por lejos, el ministro que más aparece ante cámaras y micrófonos, al igual que en los medios escritos. Conoce, entonces, la idiosincrasia de los periodistas y, en el mejor sentido de la palabra, sabe manejarlos.
Su primer error, por lo tanto, fue hacer coincidir la amenaza de escrache con el lanzamiento del Fondo Lechero. Debió separar ambas cosas en el tiempo.
Dejé pasar varios días para ver cómo reaccionaban los medios. En esencia, no hubo otra cosa que críticas, justificadas por cierto, al ministro. Si embargo, yo esperaba una autocrítica de mis colegas en actividad. Porque la ocasión era propicia para hacerla.
Por ejemplo, para analizar cómo lo urgente o lo impactante (la amenaza de escrache) oculta o reduce lo verdaderamente importante (el Fondo Lechero). Y por cierto que ese fondo es muy trascendente, pues apunta a mantener en la tierra, en este país vacío, a medianos y pequeños productores. También habría que analizar por qué a nuestro periodismo le importan más las declaraciones que los hechos. En este sentido, vivimos en la época del declaracionismo, sin importar (hay excepciones, claro) si las declaraciones se ajustan a la realidad o cuál es la verdad que esconden las palabras, si es que la esconden.
La autocrítica no se hizo. Claro, es difícil que la hagan quienes se creen periodistas porque colocan un micrófono o un grabador cerca de la boca de alguien que quiere salir en los medios. Es realmente penoso ver por televisión esas improvisadas ruedas de prensa en la que sólo habla el entrevistado, en las que no hay una pregunta inteligente, una observación o repregunta ante los dichos del declarante. Incluso puede verse, en los informativos de la televisión, a periodistas que alargan el brazo para acercar el grabador, pero que miran para otro lado y no atienden (quizá ni siquiera entienden) lo que dice el entrevistado. Así, ante sus ojos pasan enormes elefantes rosados y no los ven.
Un elefante rosado, precisamente, largó Chávez al ruedo en su disurso de hora y media en Suárez, cuando muy suelto de cuerpo dijo que en el avión que traía el ya famoso maletín con 800 mil dólares no había funcionario venezolano alguno y que todo era una invención de los medios al servicio del imperialismo. Casi a la misma hora, en Buenos Aires, se revelaba la identidad de los viajeros, y sí había funcionarios venezolanos y argentinos en el avión. Esa mentira y contradicción de Chávez, que al poco rato quedó en evidencia, no fue advertida ni resaltada por la mayoría de los medios. Y tal vez de eso tenga la culpa, otra vez, el delaracionismo: como nadie declaró que Chávez mintió, la mayoría de los periodistas no se dio cuenta.
Así va el pobre periodismo uruguayo.
Hasta la próxima.

martes, 7 de agosto de 2007

La gran farsa

Los políticos de todo el mundo y de todos los partidos viven en permanente campaña electoral. Es, quizás, uno de los mayores problemas de la democracia representativa: incluso aceptando la buena fe de todos los políticos, ellos creen que sus soluciones son las mejores y que para aplicarlas deben acceder al poder, si son oposición, o conservarlo si están en él. Y en esto gastan, permanentemente, la mitad de un tiempo que debería estar dedicado a gobernar o a hacer oposición constructiva.
Esta realidad determina que, para mantener y ganar votos, muy pocas veces se digan las verdades en su totalidad o que los debates se centren en la esencia de los problemas. En este sentido, los políticos dan la razón a la frase, que ahora no me acuerdo quién la escribió, que dice que "la historia es un baile de máscaras".
Esto viene a cuento por el tema del incremento de la inflación, por encima de las previsiones oficiales. Astori dice que los precios están controlados, Mujica se pone nervioso y arremete contra los carniceros y los medios de difusión, y la oposición le echa la culpa a la reforma tributaria y a toda la política económica. Pero nadie va a la esencia del problema, y mucho menos alguien se atreve a explicarla.
La oposición no lo hace porque le es mucho más fácil pegarle al gobierno y para eso despliega amplios recursos demagógicos. Además, decir toda la verdad, implica deslindar responsabilidades y ello favorecería al gobierno. El oficialismo tampoco explica la realidad porque generaría una gran inquietud pública y anunciaría un futuro difícil e incierto, y entonces prefiere remar contra la corriente a la espera de algo fortuito que cambie la direción del bote.
La verdad es que el mundo, y con él Uruguay, vive un momento de profundas transformaciones que hacen temblar hasta los cimientos a todo el sistema económico. Los crecimientos de la población y de la economía generan una cada vez mayor demanda de energía, justo cuando la era de los combustibles fósiles se acerca a su fin.
Ahí está la esencia del problema: la búsqueda de energías alternativas (más el enorme crecimiento de los dos países más poblados del mundo, China e India) ha llevado a las nubes el precio de las materias primas, entre ellas las de origen agrícola. Y esta no es una situación coyuntural, sino estructural. Los altos precios llegaron para quedarse, por lo menos durante varios años.
A Uruguay, los altos valores de sus productos exportables lo favorecen. Al igual que a todos los países agrícolas. En este plano, comienza una transferencia del poder económico y financiero desde las naciones petroleras a las capaces de desarrollar energías alternativas a través de la agricultura. Los que no tienen petróleo y sufren sus altos precios, como nosotros, pero tienen recursos agrícolas, comienzan a levantar cabeza. El problema será para los países que basaron su economía exclusivamente en el petróleo.
Pero esto tiene una contracara, que igualmente es estructural: los altos precios agrícolas también se trasladan al mercado inteno, y por eso aumentan la carne, la harina, el pan, la leche, el aceite, el maíz y todos los productos que vienen del campo.
Por ahora sólo se nota la suba de los precios, pero a la corta o a la larga aumentará la presión para adecuar los salarios a la nueva situación general. Porque las actuales formas de distribución del ingreso quedarán desfasadas. En este sentido, llama la atención que los planteos sindicales continúen centrándose en problemas sectoriales, sin desarrollar una visión global de la realidad.
Todas las estructuras económicas están crujiendo, y ya es hora que políticos, sindicatos y empresas agarren el toro por las guampas y expliquen a la gente los desafíos de esta época. Mientras no lo hagan, seguiremos en un baile de máscaras.
Hasta la próxima.