En su edición de hoy, el diario Folha de San Pablo informa que en el próximo encuentro entre George W. Bush y Lula, el 9 de marzo, el brasileño planteará al "execrable" genocida (Marina Arismendi dixit, y con razón, lástima que se olvide que es ministra del gobierno que invitó al yanqui) un acuerdo bilateral para que Estados Unidos abra su mercado a la producción brasileña de etanol. Brasil espera convertirse en poco tiempo en uno de los mayores fabricantes de biocombustibles del mundo y vender sus saldos exportables al mismo Estados Unidos, Europa y Japón. Para eso está en marcha la creación de una empresa subsidiaria de Petrobras que se encargará de comprar a compañías privadas etanol y biodiesel, para después distribuirlos en los mercados interno y externo.
Además, Lula procurará acuerdos para facilitar el ingreso a Estados Unidos de una amplia gama de productos. Las negociaciones en torno a estos temas están tan adelantadas, que el presidente brasileño volverá a encontrarse con Bush el 31 de marzo en Washington. Dos reuniones en tres semanas. Algo nada usual, por cierto, pero muy significativo respecto a la importancia de lo que se está cocinando.
Esto sugiere un par de reflexiones. La primera, referida a la hipocresía de nuestros socios del Mercosur. A Uruguay se le ponen enormes trabas, o directamente impedimentos, para que pueda conquistar nuevos mercados, pero Brasil y Argentina negocian con cualquiera sin la mínima consulta a los otros miembros del bloque.
La segunda, tiene que ver con nosotros. Mientras discutimos si Bush sí o Bush no, el mundo camina por otros carriles. Cuando nos demos cuenta que un país pequeño como Uruguay no puede darse el lujo de confundir comercio con ideología, todo empezará a andar mejor. Ese lujo se lo pueden dar los grandes con los chicos, como hace Estados Unidos con Cuba. Pero los grandes no confunden comercio con ideología cuando la confusión afecta sus intereses. Eso explica las alianzas privilegiadas de Washingon con países que representan todo lo contrario a lo que Estados Unidos dice defender; por ejemplo, Arabia Saudí, las dictaduras del Cáucaso y el régimen nada democrático de Marruecos. Y también explica por qué Estados Unidos y Venezuela no han roto sus relaciones diplomáticas, a pesar de los insultos de Chávez a Bush. Ocurre que ambos países se necesitan mutuamente.
Puede ser que algún día los uruguayos dejemos de hacer el tonto.
Hasta la próxima.
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