¡Qué flaco favor le hizo a su causa -la de la izquierda radical- el dirigente sindical de la salud y del 26 de Marzo Gustavo García! Transformar un accidente, en el que su esposa resulta herida, en un atentado político refleja no sólo una calenturienta imaginación, sino también un bajísimo o inexistente nivel ético. Lo terrible es que en su patraña embarcó al 26 de Marzo y al diario La Juventud, que hoy tituló su portada con un enorme "FACHOS" y tiró varios cañonazos contra el PIT-CNT, casi responsabilizando a la central sindical del supuesto atentado.
La taradez política y moral de una pareja, porque la mujer herida se prestó a la mentira, no puede generalizarse a todos los miembros del movimiento que integran. Pero éste y su medio periodístico revelaron una mezcla de inmadurez y paranoia al aceptar sin más, sin confirmar la veracidad de los hechos, la versión del delirante matrimonio.
Llama la atención esa capacidad para inventar una novela en el mismo momento que la bala hiere a la mujer, cuando lo lógico sería que toda la atención de García se volcase a atender a su compañera y a ingresarla en La Epañola, frente a cuyas puertas se le cae la mochila y se dispara el revólver que en ella llevaba guardado. Denota una mente enferma, irresponsable, para la cual el fin justifica cualquier medio: aunque ese medio sea su propia mujer herida, y herida por un descuido suyo.
El complejo de persecución lo hizo andar armado y su inmoralidad lo llevó a convertirse en víctima de un atentado y a declarar en varias radios, hoy de mañana, que era perseguido por fascistas, dando a entender que éstos pertenecían a la corriente sindical mayoritaria. Poco rato después, pasado el mediodía, al juez sólo le hacen falta unos pocos minutos para que el aguerrido y armado militante se desmorone y confiese que no hubo atentado, y que todo fue un invento con espuria finalidad política.
De todas formas, y más allá del caso particular, cabe reflexionar sobre la actuación de esos pequeños grupos, a contramano de todo, que forman la izquierda radical. Los estudiosos de los movimientos guerrilleros latinoamericanos de décadas atrás decían que la clandestinidad les quitaba capacidad de análisis y les deformaba la realidad. Por lo cual no siempre sus acciones alcanzaban el objetivo político que buscaban, en particular en lo referido a sus repercusiones en la población.
El recuerdo es pertinente ante las posiciones y acciones de esos grupúsculos radicales, que parecen vivir en otra realidad y llegan a comparar la situación actual del país con la época de la dictadura. Ahora no es la clandestinidad la que los engaña, sino la paranoia y delirios varios. Si su credibilidad ya estaba afectada, con el invento de Gustavo García y su mujer quedó por el piso.
Hasta la próxima.
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