La falta de mano de obra calificada se está transformando en un problema serio para varios sectores productivos. La emigración, por un lado, y la falta de respuestas adecuadas de la enseñanza técnica pública a las nuevas realidades laborales, por otro, conspiran contra las posibilidades que se han abierto en los últimos años.
Es necesario un esfuerzo para recuperar la mano de obra que está fuera del país, y el llamado Departamento 20 de la Cancillería debería asumir un papel activo en esta materia, trascendiendo el anodino papel que cumple hasta ahora y que se limita a aspectos administrativos en un 90% de los casos. Es urgente que ese Departamento 20, el Ministerio de Industria, Energía y Minería y las empresas coordinen para conocer las necesidades presentes y las previstas de mano de obra, para que las embajadas y los consulados en el exterior informen a los compatriotas sobre las posibilidades laborales existentes en el país.
Si es difícil irse, también lo es volver si en otro lugar se encuentran condiciones de vida digna. Pero el uruguayo es un bicho volvedor y nostálgico, y si se le ofrecen buenas posibilidades para él y su familia sin duda pensará la eventualidad de retornar.
Para eso, habrá que facilitar la vuelta, permitiéndo que se traigan todos los enseres y maquinarias que contribuyen a un buen pasar en el exterior, como a medias ocurre ahora, pero sin que los servicios aduaneros y portuarios cobren los disparates que cobran. Sé, por experiencia propia y repetida, lo que cuesta en dinero traer los efectos personales: el puerto y la aduana llegan a cobrar más que el costo del flete marítimo.
Además, las miles de casas vacías que hay en el país (ver nota anterior) también pueden servir para quienes vuelvan al país mediante planes adecuados.
La necesidad de poblar el país y de planificar en esta materia a largo plazo tiene otra herramienta muy útil en la inmigración. Millones de latinoamericanos, asiáticos y africanos buscan mejor vida en los países desarrollados, donde pocas veces pueden cumplir sus sueños. Muchas veces (lo he visto en Europa) gente preparada termina haciendo trabajos mal pagados y que nada tienen que ver con la capacidad adquirida en el país de origen. ¿Por qué no diseñar una política inmigratoria que privilegie a jóvenes con las habilidades y los conocimientos que el país necesita?
Sin olvidar, claro está, a los jóvenes que aún no se han ido. En este sentido, es imprescindible que la UTU y la Universidad de la República se pongan las pilas, como ya lo están haciendo instituciones privadas, y ofrezcan cursos relacionados con las nuevas realidades laborales.
Si no transitamos por estos caminos, Uruguay, como hemos visto en esta serie de artículos, continuará siendo un espacio vacío, con muchos viejos, y muy apetecible y fácil de ocupar, ya sea por una potencia extranjera o por las olas migratorias que, por ahora, sólo llegan a los países desarrollados.
Hasta la próxima.
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