martes, 8 de mayo de 2007

Un espacio vacío y muy apetecible (2)

Si gobernar es poblar, como escribió Juan Bautista Alberdi en 1853, hace muchas décadas que en este país no hay gobierno. Somos un país con cada vez más viejos que jóvenes, y muy poco se hace para retener a éstos, que continúan yéndose al exterior. Como tampoco nada se hace para fomentar la natalidad. Con el agravante de que la pequeña fuerza reproductiva del país radica fundamentalmente en los sectores pobres e indigentes, en los que nace más del 50% de los nuevos uruguayitos. O sea, reproducimos la pobreza y agrandamos los cantegriles.
Cada pareja tiene el derecho a no tener hijos, si no los quiere, o a tener la cantidad que prefiera. Pero, respecto a la segunda posibilidad, ese derecho no cuenta con las condiciones para ser ejercido. Aun para quienes tengan trabajo, el tema habitacional es decisivo a la hora de planificar la familia. Tanto los escasos planes oficiales como las empresas constructoras privadas, cuando apuntan de la clase media hacia abajo, generalmente ofrecen viviendas con uno o dos dormitorios, la mayoría de las veces pequeños. Se actúa con un estricto criterio de mercado: como este es un país de viejos y los jóvenes tienen pocos hijos, o no los tienen, nadie asume el riesgo de levantar casas y apartamentos para quienes quieran tener una familia grande.
Entonces, aunque el país necesita desesperadamente niños -"para amanecer", como canta Viglietti- el sistema está hecho para parejas sin hijos, o con uno o dos, a lo sumo.
Mientras tanto, en Montevideo hay más de 40.000 casas vacías, destacando en este sentido barrios como Aguada, Cordón, Sur, Palermo y Parque Rodó, zonas de la capital que cuentan con todos los servicios. Sin embargo, el destino de quienes no pueden resolver el problema de la vivienda es el asentamiento periférico, en el que es necesario realizar grandes inversiones para dotarlo de agua, saneamiento, luz, teléfono, transporte, escuelas, etcétera.
En otros países -capitalistas y respetuosos de la propiedad privada- el escándalo que constituyen las casas vacías cuando parte de la población no tiene vivienda digna se impide por diferentes vías. La principal es la impositiva. No se permite que el derecho a la vivienda sea objeto de especulación, y sobre las vacías recaen muy abultados impuestos. De esta forma, especular es mal negocio y casas y apartamentos sin ocupar se alquilan o se venden.
Lo que ocurre en Montevideo se da igualmente en ciudades del interior, en las que también hay centenares de casas vacías. El gobierno y los municipios, entonces, tienen materia prima para trabajar sobre el problema de la vivienda, incluso sin la necesidad de planificar nuevas construcciones, que serán más caras que el reciclaje de las actualmente deshabitadas. Así, se matan dos pájaros de un tiro: se otorga el derecho a la vivienda digna a miles de compatriotas que no lo gozan, y se empieza a crear condiciones para que aumente la natalidad y dejemos de ser un país vacío y de viejos.
Hasta la próxima.

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