Mujica argumentó mal, la semana pasada, cuando arremetió contra los medios de comunicación con razonamientos basados, aunque no lo dijo expresamente, en la lucha de clases. Se enojó porque los periodistas dieron más destaque a sus propuestas de escrachar a los carniceros que a la formación del segundo Fondo Lechero. Mujica es, sin duda, el más mediático de los gobernantes, y sabe generar situaciones para transmitir sus mensajes. No puede quejarse, ni decir que los periodistas ocultan su pensamiento o sus actos. Es, por lejos, el ministro que más aparece ante cámaras y micrófonos, al igual que en los medios escritos. Conoce, entonces, la idiosincrasia de los periodistas y, en el mejor sentido de la palabra, sabe manejarlos.
Su primer error, por lo tanto, fue hacer coincidir la amenaza de escrache con el lanzamiento del Fondo Lechero. Debió separar ambas cosas en el tiempo.
Dejé pasar varios días para ver cómo reaccionaban los medios. En esencia, no hubo otra cosa que críticas, justificadas por cierto, al ministro. Si embargo, yo esperaba una autocrítica de mis colegas en actividad. Porque la ocasión era propicia para hacerla.
Por ejemplo, para analizar cómo lo urgente o lo impactante (la amenaza de escrache) oculta o reduce lo verdaderamente importante (el Fondo Lechero). Y por cierto que ese fondo es muy trascendente, pues apunta a mantener en la tierra, en este país vacío, a medianos y pequeños productores. También habría que analizar por qué a nuestro periodismo le importan más las declaraciones que los hechos. En este sentido, vivimos en la época del declaracionismo, sin importar (hay excepciones, claro) si las declaraciones se ajustan a la realidad o cuál es la verdad que esconden las palabras, si es que la esconden.
La autocrítica no se hizo. Claro, es difícil que la hagan quienes se creen periodistas porque colocan un micrófono o un grabador cerca de la boca de alguien que quiere salir en los medios. Es realmente penoso ver por televisión esas improvisadas ruedas de prensa en la que sólo habla el entrevistado, en las que no hay una pregunta inteligente, una observación o repregunta ante los dichos del declarante. Incluso puede verse, en los informativos de la televisión, a periodistas que alargan el brazo para acercar el grabador, pero que miran para otro lado y no atienden (quizá ni siquiera entienden) lo que dice el entrevistado. Así, ante sus ojos pasan enormes elefantes rosados y no los ven.
Un elefante rosado, precisamente, largó Chávez al ruedo en su disurso de hora y media en Suárez, cuando muy suelto de cuerpo dijo que en el avión que traía el ya famoso maletín con 800 mil dólares no había funcionario venezolano alguno y que todo era una invención de los medios al servicio del imperialismo. Casi a la misma hora, en Buenos Aires, se revelaba la identidad de los viajeros, y sí había funcionarios venezolanos y argentinos en el avión. Esa mentira y contradicción de Chávez, que al poco rato quedó en evidencia, no fue advertida ni resaltada por la mayoría de los medios. Y tal vez de eso tenga la culpa, otra vez, el delaracionismo: como nadie declaró que Chávez mintió, la mayoría de los periodistas no se dio cuenta.
Así va el pobre periodismo uruguayo.
Hasta la próxima.
4 comentarios:
Estimado Carlos,
es triste pero es así y no hay expectativas ciertas sobre una mejora general del periodismo doméstico. Posiblemente no exista intención decidida en ese sentido por parte de los medios y los propios periodistas que los integran.
Las explicaciones son varias, las conoces bien, pero nunca las querrás aceptar como válidas. Es mucho más triste descubrir que la chatura es estructural que calentarse con el elefante rosado de turno.
Estimado jcr: parece que me conocés, porque asegurás que nunca querré aceptar como válidas las explicaciones sobre el estado del periodismo uruguayo.
Intenté ver si también tenías una página, para tratar de ubicarte, pero no lo conseguí. Si nos conocemos mandame un mail.
Es que no encuentro tu mail, si me lo pasás se develará la incógnita...¿nos conoceremos?
clmbarna@adinet.com.uy
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