martes, 28 de agosto de 2007

Una Constitución para un siglo, o nada

¡Otra vez volvemos al jueguito de las reformas constitucionales! ¿El país no tiene problemas más importantes? Creo sí que Uruguay tiene un problema constitucional, pero abordarlo desde el punto de vista de los intereses electorales de algún sector es desproporcionado. Todas las reformas, salvo la de 1917, se fundamentaron en apetencias electorales de los gobiernos de turno y de sus aliados. ¡Basta ya!
El problema constitucional del país radica en tener una Constitución muy minuciosa, que regula hasta el minimo detalle el funcionamiento del Estado, cuando el mundo cambia a pasos agigantados. Entonces, muchas veces la letra de la Carta Magna conspira para la obtención de soluciones eficaces.
Ejemplos: el proyecto de descentralización y municipalización, para darle al país la estructura administrativa que le falta y como tienen todos los países del mundo, salvo nosotros, pues aquí se confunden los gobiernos departamentales con los municipales (el proyecto actual se queda corto, precisamente, por trabas constitucionales). Para aumentar el número de ministros de la Suprema Corte, que siguen siendo cinco, como cuando había un número de juzgados y tribunales muchas veces menor. Para agilizar las compras y los controles del Estado. Para crear otras universidades públicas y un sistema estatal de educación superior. Para adecuar a los tiempos que corren la integración de los entes autónomos. Y muchos temas más que no pueden abordarse porque la Constitución lo impide.
Pienso que los partidos políticos deberían ponerse de acuerdo en una constitución que mantenga todos los derechos y garantías que se otorgan a los habitantes del país (parte dogmática), pero que en su parte orgánica tenga unos pocos artículos que deleguen en el legislador, a través de mayorías especiales y leyes orgánicas, el funcionamiento del Estado. O sea, hay que hacer una constitución ágil y para un siglo o más.
Eso sí, brindando la más amplia libertad en materia electoral: que se puedan formar coaliciones accidentales y partidos locales, que se termine definitivamente con la ley de lemas, etc.
Una reforma de ese tipo, no pensada en función de un candidato o de un partido, seguramente tendría un amplio apoyo.
Hasta la próxima.

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