domingo, 8 de abril de 2007

Una opinión sobre el conflicto con Argentina

Muy pocas veces, por no decir nunca, comparto las posiciones editoriales del diario El País. Hoy, domingo 8, es una de esas excepciones. Ante la escasa consideración que el gobierno parece otorgarle a las amenazas provenientes de Gualeguaychú, el artículo de opinión de El País me parece muy compartible -salvo en las valoraciones que al final hace de algunos ex gobernantes- y por eso lo reproduzco íntegro.
Ya truena
El conflicto con el gobierno argentino es el más grave que registra la accidentada historia de nuestras relaciones con la nación vecina, desde los fragorosos tiempos fundacionales de estos países platenses. En aquella sazón, el gobierno de Buenos Aires, a fin de preservar sus intereses económicos y su tutoría institucional respecto de las provincias del vasto territorio heredado de la metrópoli, amenazados por los proyectos y la influencia de Artigas en varias de ellas, gestionó y obtuvo la intervención militar de un poderoso ejército portugués, para aplastar al Protector de los pueblos libres. Para salvar sus privilegios, decretó así la amputación de una de las más ricas zonas del territorio virreinal y su sometimiento humillante a la ocupación extranjera. Doce largos años duró el dominio de Montevideo por las tropas lusitanas y brasileñas, recién retiradas -estas últimas- el 1° de mayo de 1829.
Frente a este drama histórico, que el país superó a un costo de miles de muertos y de incontables sacrificios, la peripecia actual todavía es de menor cuantía. Pero, por el contrario, no lo es si la comparamos con los largos períodos de relaciones correctas y hasta amistosas y aún con los de acentuado deterioro de las mismas, en los tiempos del canciller argentino Estanislao S. Zeballos (1907-1908) y de la segunda presidencia de Perón (1951-1955).
Por un choque de poderosos intereses económicos -entre las obsoletas industrias papeleras argentinas y la que Botnia está terminando de instalar en Fray Bentos- desde hace un año largo estamos sometidos a la incomunicación terrestre con el país vecino, lo que ha causado muy graves daños a nuestra economía. El bloqueo de los puentes, además, era en principio discontinuo pero tiende a hacerse permanente. Dicho bloqueo lo ejecuta una patota de habitantes de Gualeguaychú que, so capa de defender el sacrosanto medio ambiente, son financiados, se supone fundadamente, por quienes, con sus anacrónicas papeleras, más dañan el ambiente y las aguas de los ríos argentinos. Contradicción grotesca, que sería para tomar a la chacota si no se tratara, de un asunto tan grave. Todo esto es por demás sabido, como también lo es que atrás de los piqueteros, tolerándolos con desenfado y alentando así su agresión prepotente al Uruguay, está el mismísimo gobierno argentino, con su presidente al frente. Basta recordar que nos demandó ante la Corte de La Haya, para no dudar de que tiene muy bien puesta la camiseta de su industria del papel.
Todo esto debiera concluir cuando la planta finlandesa comience a funcionar, dentro de unos meses, y se verifique que sus efectos contaminantes son mínimos o inexistentes. Pero ocurre que la violencia de los piqueteros, por lo menos en el plano verbal, va "in crescendo". En estos días se han registrado amenazas de usar la fuerza física para alcanzar su objetivo. Y hasta se ha invocado la fecha negra de 11 de septiembre, para asustarnos con la posibilidad de un atentado que paralice a la planta de Botnia. Ni los uruguayos somos gente de amedrentarnos ni estos iracundos entrerrianos están, por sí solos, en condiciones de traducir en hechos sus bravatas. Pero, atrás de ellos, están sus cotizantes, que disponen de mucho dinero y bien que lo utilizan en pro de sus intereses. A la vista está. Y, a su lado, con ningún disimulo y con intenciones "non sanctas", está el mismísimo gobierno argentino, capaz de grandes desatinos, como el que perpetró al permitirle a Chávez que vomitara en Buenos Aires sus insultos contra Bush.
Que el "señor K" propicie un atentado contra la empresa finlandesa no parece razonable ni es lo más probable. Pero sería muy torpe, de nuestra parte, confiar en la razonabilidad de un hombre que ha demostrado carecer de ella y que acostumbra no utilizar, en sus actos de gobernante, la prudencia ni el comportamiento diplomático que es propio del relacionamiento entre los países civilizados. En tales condiciones, nuestro gobierno debe estar preparado para lo peor, lo que significa tener analizadas todas las posibilidades de agravamiento del conflicto, así como los eventuales cursos de acción que, en tales supuestos, podrían adoptarse. A tal fin, contando nuestro país, por fortuna, con tres ex presidentes y cuatro ex cancilleres de probada jerarquía y experiencia -Sanguinetti, Lacalle, Batlle, Iglesias, Gros Espiell, Abreu y Opertti-, debiera evaluar con ellos la gravísima situación, pues la tormenta está próxima. Ello, sin perjuicio de que, en Madrid, nuestros negociadores extremen sus esfuerzos por alcanzar un acuerdo que parece lejano, pero que es imperioso no descartar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que Batlle tiene probada experiencia en conflictos es un hecho. Estuvo a punto de meternos en una guerra con Argentina, un final bastante probable si no hubiera sido Duhalde, que se calló la boca y no se dedicó a avivar el chauvinismo para capitalizarlo políticamente, como es claro que está haciendo la derecha uruguaya hoy con este conflicto.