Un play-boy hijo de papá será gobernador de Buenos Aires. Sus poderes son esencialmente municipales, aunque también tiene facultades en temas importantes como salud y educación. En el otro extremo del país, una social-cristiana que sigue a Elisa Carrió gobernará la provincia de Tierra el Fuego. En un mismo día, entonces, la prepotencia kichnerista quedó apretada por una tenaza con un brazo a la derecha y el otro en el centro-izquierda. Estos fracasos del oficialismo se suman a los de Misiones y Neuquén.
Para nosotros es difícil entender la política argentina. La alta popularidad que aún mantiene un presidente que gobierna al borde de la Constitución, que presiona a la prensa que no le rinde homenaje, que sólo sabe insultar a sus adversarios y crispa la vida política, que ha hecho de los piqueteros que todos los días cortan calles y rutas una herramienta del poder y que prepara todo para una sucesión de gobiernos en los que se alternarán él y su mujer es inexpicable para nuestra mentalidad. La única explicación está en el fuerte crecimiento económico, basado en los altos precios internacionales de las materias primas.
Pero la contracara que soporta el pueblo argentino muestra el auge de la violencia delictiva, la escasez de electricidad, gas y gasoil (en un país que era autosuficiente hace pocos años), centenares de escuelas cerradas porque se les cae el techo o porque no tienen calefacción en este crudo invierno, crisis en numerosos hospitales, pérdida de indepedencia del Poder Judicial, desabastecimiento en lácteos y otros productos básicos por la intervención oficial en los precios y descubrimiento de casos de corrupción, entre otras bellezas.
Tanta impunidad, ineficiencia y prepotencia parece que empieza a volverse en contra del kichnerismo. Debe ser por aquello que, si no me falla la memoria, dijo Lincoln: se puede engañar a uno todo el tiempo, se puede engañar a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Esta sucesión de derrotas, más la que es probable se produzca en Santa Fe, alientan el exitismo de la gente, y este factor juega mucho en política. Y aún quedan cuatro meses para las elecciones presidenciales.
El problema, si la popularidad de Kichner sigue cayendo, es que no se advierten alternativas capaces de hacer de Argentina un país serio y confiable. Aunque pensando egoístamente, para Uruguay cualquier cosa será mejor que el matrimonio que hoy duerme en Olivos.
Hasta la próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario