¿Tabaré Vázquez dejó de ser un amable componedor de las diferencias entre los sectores del Frente Amplio? ¿Decidió, por fin, liderar la acción del gobierno? Hablando en criollo ¿se puso los pantalones? ¿La recorrida por cuarteles, como hacía Pacheco Areco, tendrá algo que ver con ese supuesto nuevo papel que parece empezar a ejecutar? Me gustaría que las primeras preguntas tuviesen una respuesta positiva, y negativa la última.
Sea como fuese, la designación de Enrique Rubio, uno de los pesos pesados de la bancada frenteamplista, como diector de Planeamiento y Presupuesto es un mensaje fuerte cuyo significado ha disparado muchas especulaciones e interpretaciones. Vamos por puntos.
1) Vázquez busca un contrapeso a la figura de Astori. No me seduce esta visión, puesto que, tras las visitas de Lula y Bush, el presidente parece acercarse definitivamente a la línea del ministro de Economía y Finanzas.
2) Precisamente, porque se reforzó su afinidad con Astori, Vázquez quiere atraer a su círculo de colaboradores más cercanos a alguien, con peso en la interna frenteamplista, que últimamente se había mostrado crítico con el gobierno. Si lo tengo al lado -puede pensar el mandatario- será más fácil controlarlo, hacerle ver las dificultades que afronta el gobierno y hacerlo cambiar de actitud.
3) Vázquez quiere darle un tono más político a Planeamiento y Presupuesto porque la aplicación de las reformas del Estado y de la salud demandará una mano firme, pero también un talante articulador como el de Rubio, para hacer frente a los corporativismos que se opondrán a los cambios. Esta interpretación sí me seduce, porque el presidente tiene que saber que serán esos corporativismos, más que las divisiones en el Frente Amplio, los principales enemigos de las reformas. Y si no logra imponerlas, también lo sabe, pasará a la historia como el primer presidente izquierdista del país, pero como un fracasado. Las declaraciones de Rubio, prometiendo una activa comunicación con la opinión pública, son significativas respecto a la estrategia elegida para neutralizar a los enemigos de las reformas.
4) También se me ocurre otra posibilidad, que no es incompatible con la anterior, sino complementaria. Tabaré, en los últimos días, ha emitido signos de que no aceptará la reelección. El Frente, entonces, puede quedar sumido en una polarización, que la prensa ha visto como una lucha por la candidatura a la Presidencia entre Astori y Mujica. Es cierto que ambos ministros, en la actualidad, se necesitan mutuamente para sostener el gobierno y limar los problemas internos. Pero, en tiempos electorales, esa dupla puede romperse.
Quizás Vázquez esté buscando una alternativa. Le da a Rubio la posibilidad de lucirse y de demostrar su ejecutividad; de mostrarse como un líder ante los embates del corporativismo, que sin duda vendrán. Algo parecido se me ocurrió con el nombramiento de Tourné en Interior. Que Tabaré estaba procurando proyectar su figura más allá del Parlamento.
Entonces, contra la polarización Astori-Mujica, el presidente busca figuras de peso que la eviten. Que nadie se extrañe, si los nuevos funcionarios tienen un desempeño exitoso, una fórmula Rubio-Tourné o Tourné-Rubio.
Hasta la próxima.
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